El factor multiplicador de una tecnología sería el número de veces que la
tecnología en cuestión es capaz de mejorar la función o el objetivo que le ha sido
asignado.
Nicholas Negroponte.(1995)
No hace falta mucho, un buen ordenador portátil, muchos gadgets sin mayor utilidad, y una vestimenta que se vea “muy urbana y geek” para transmitir la idea de que se es un emprendedor exitoso. Pero cuidado, en ninguna de las palabras utilizadas hemos hablado de ciencia, aunque este perfil descrito también sea un subproducto del efecto de esta.
Decía Nicholas Negroponte (1995) que “Es indudable que los efectos ambientales y sociales de lo que algunos han dado en llamar tecnociencia resultan cada vez más patentes. Hemos provocado grandes cambios en el mundo que nos rodea y también en nuestras sociedades. Y, lo que es más importante, hemos provocado cambios importantes en nosotros mismos.”
Cuando Negroponte escribió estas contundentes ideas, que han servido como cimientos para todos los que hemos partido de sus reflexiones sobre el “ser digital” para hacer más amable la Tecnología de la Información, nunca se imaginó que estaríamos hablando hoy sobre metaverso, blockchain, NFT, VR, Internet of Things.
Pero el siglo XXI nos ha arropado con un frenético producto con plusvalía resultante de la asociación de la ciencia con la tecnología. Hemos aprendido a hacer mejor ciencia, gracias a la amabilidad que aporta la tecnología. Y al mismo tiempo, gracias al método científico, hemos realizado grandes avances en la tecnología. Lo que hemos logrado en medio siglo supondría que el hombre prehistórico hubiera descubierto en sólo 100 años a fundir y procesar todos los metales que aprendió a utilizar en su etapa más temprana sobre la tierra. En especial, si lo comparamos en cómo la obtención y transformación de los metales influenció el nacimiento y potenciación de otras actividades humanas, como el comercio.
El intercambio de determinados bienes llevó a una asimetría en las riquezas de las
regiones, de tal modo que se empezaron a desarrollar modelos de centro-periferia,
con un centro productor de bienes de prestigio y una periferia encargada de la
producción de materias primas y donde se desviaba el excedente. La necesidad del
intercambio además proporcionó los medios necesarios para la creación y
consolidación de infraestructuras necesarias para ello, surgiendo así una clase
aristócrata que garantizaba el comercio a partir de la coerción o el ritual. (Mercado, 2016).
Pero esta transformación vista como una evolución, a veces, puede traer trampa. Si bien, hay infinidad de bienes “tecnocientíficos”, no todos ellos benefician la calidad de vida de la humanidad. Y en algunos casos, no son siquiera útiles.
Basta con ver la cantidad de proyectos basados en la tecnología, o de “gadgets” (Un Gadget es un dispositivo que tiene un propósito y una función específica, generalmente de pequeñas proporciones, práctico y a la vez novedoso. Los gadgets suelen tener un diseño más ingenioso que el de la tecnología corriente. Unilibre, 2015), que por múltiples motivos nunca llegan a ser consumidos masivamente, aunque cumplan su cometido.
Existen, desde mi óptica y experiencia, dos grandes motivos por los que la tecnología de la información puede dejar de ser útil, ya sea para el consumo personal, como para el uso en una empresa, proyecto, o idea.
El primero, tiene que ver con la percepción que se puede tener del concepto de “éxito” ajeno, y la casi impulsiva necesidad de copiarlo. A diario, vemos a empresarios que quieren que sus negocios sean como “Google, o Amazon”, o que sus ventas sean tan buenas como las del “El Corte Inglés”, sin entender algo muy importante, lo que se está apreciando es una ilusión que responde a las 6 barreras de entrada al mercado descritas por Michael Porter (1982) en sus cinco fuerzas de la competencia.
A Google le tomó años crecer y especializarse, para tener la posición actual, ni hablar de Amazon y la importante inversión (casi todo lo ganado durante años) para poder construir una barrera lo suficientemente alta para que nadie se imagine competir con él, y aún así, allí está Alibaba.
No se puede pretender tener a “Amazon en casa” si se va invertir “lo que Amazon se gasta en pegatinas de visitantes durante un mes.”
Luego, la segunda razón es una que ya he mencionado, esa inmensa cantidad de productos con plusvalía que nos está dejando la pareja ciencia-tecnología. Es tal el impacto, que hace apenas 20 años el retoque de una fotografía dependía únicamente de un programa digital resguardado en un laboratorio, y hoy está presente en todos los móviles de última generación que tienen chicos de 15 años en sus manos.
Ante este tsunami tecnológico, ¿cómo se puede elegir la utilidad tecnocientífica que es más útil para la empresa?, aquí se presenta un callejón interminable lleno de galletitas, o migas, en la que el empresario, tentado, se atreve a ir picando.
A partir de este punto, también interviene la conciencia que describe Rabazo y Moreno: “El hombre es astuto porque no sólo tiene una mente formada por emociones, deseos, intenciones y creencias, sino que sabe que la tiene y que los otros la poseen también, por lo que su comprensión supone la adquisición de una potente herramienta en las interacciones sociales” (Rabazo y Moreno, 2007, p. 3).
Y aparece aquél hombre que, valiéndose de todos esos recursos tecnológicos, o un espejismo virtual de ellos, quiere engañar, intencionadamente o sin intención, al otro. Haciéndole creer, falsamente, de que se es parte de una innovación pujante, cuando en la realidad, no se tiene ni idea de para qué se tienen todos esos recursos, y tal vez, ni siquiera se explotan sus utilidades.
Este escenario aplica en cualquier relación humana, en especial de negocios, en la que está involucrada la tecnología de la información. Desde el B2C hasta el B2B.
En realidad, no habrá nada que las TICs y los avances tecnocientíficos puedan hacer por un negocio sin que se utilicen los siempre fieles planes, métodos y estrategias.
Google sólo te empieza a amar, cuando todos los demás te aman primero. Wendy Piersall (2020).
En este artículo:
Mercado, Rosa María (2016). Los metales en las sociedades protohistóricas. Universitat de Lleida. España.
Negroponte, Nicholas (1995). El Mundo Digital. Ediciones B. Barcelona, España.
Porter, Michael. (1982) Estrategia competitiva: Técnicas para analizar industrias y competidores. Ed. Patria. México. Rabazo, M.J. y Moreno, J.M. (2007). Teoría de la mente: la construcción de la mente mediante los cuentos de hadas. Universidad de Extremadura. https://www.researchgate.net/publication/26483569_Teoria_de_la_mente_La_construccion_de_la_mente_mediante_los_cuentos_de_hada
Universidad Libre (2015) Gadgets, ¿Qué son, para qué sirven y cuales son las mejores? https://www.unilibre.edu.co/bogota/ul/noticias/noticias-universitarias/142-gadgets-que-son-para-que-sirven-y-cuales-son-las-mejores
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