lunes, 25 de noviembre de 2024

Yo soy yo y mi circunstancia

 

Premio Rafael Angel García. Año 2003.

"Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo. Benefac loco illi quo natus es, leemos en la Biblia. Y en la escuela platónica se nos da como empresa de toda cultura, esta: «salvar las apariencias», los fenómenos. Es decir, buscar el sentido de lo que nos rodea". José Ortega y Gasset.  (1914) Meditaciones del Quijote.

Casualmente, corría el año 1996, tenía yo 16 años, y por cosas de esas "que sólo me pasan a mí, y no entiendo cómo me pasan" llegué a hacer unas pasantías especiales en una fundación de una de las agencias de publicidad más grandes de mi país. 

Siempre había tenido simpatía por la publicidad, me parecía un trabajo de magos poder resumir en 20 segundos una idea y transmitirla, tener creatividad, e ingenio para anunciar. 

Mis pasantías comenzaron muy bien, en algún momento mi jefa Lourdes Figuera Notaro (t) notó esa cualidad mía, que también es defecto, de no parar de hablar con todos de todo. Y me propinó el mejor castigo que me han dado hasta el sol de hoy: "Shauki, para que medites y aprendas el valor del silencio, te vas a ir a ordenar los archivos de la fundación, solo".

Fueron las tres semanas más duras, pero más valiosas, de toda la pasantía de 4 años. Al principio dudé de poder hacer lo que se me pedía, luego me pareció útil y divertido, y en 20 días leí más de publicidad, y de comunicación, de lo que podría haberme imaginado.

Fue allí, leyendo libros y revistas que me topé por primera vez con esta frase citada de la Biblia por Ortega y Gasset con la que abro el post. Sin saber que estaba, de una forma u otra, viviéndola en carne propia.

La Circunstancia

En estos días venía caminando por la calle, y vi a una madre hablando con otra, mientras avanzaban a unos metros, una se quejaba con la otra: "No sé que voy a hacer con esa niña, sólo quiere estar en la calle, jugar y gastar dinero todo el día, ya no sé qué hacer con ella".

Unos minutos más adelante se encontraron con 2 pequeñas, y la misma madre le dice "venga vamos al bar un rato que nos tomamos algo, y luego nos vamos a las maquinitas".

La circunstancia de Gasset hace referencia justamente a esto, al entorno que nos rodea y modela, pero que a su vez, con nuestras acciones, nosotros modelamos, en una relación de espiral infinita (como la de una semiosis ilimitada). 

Basta una pequeña acción, un "castigo divino" de alguien que quiere dejarte un regalo en la vida antes de partir, para que tu vida cambie para siempre.

La circunstancia de Gasset siempre me gusta dibujarla como un círculo alrededor de un pequeño punto, que somos nosotros. En la medida en que nos relacionamos, y tenemos experiencias, hacemos que esa circunstancia cambie, crezca, se transforme.

Aquél castigo me ayudó a dejar de emitir como un radio descontrolado, y a hacer justamente aquello que decía Gasset en su frase: "buscar el sentido de lo que nos rodea", y lo encontré en aquellas publicaciones, en esas estanterías. Nunca fuí más feliz al salir de la agencia, que en aquellas tardes que me encerraba a ordenar y leer.

Luego le pedí el favor a mi jefa de estar en la Biblioteca de la fundación, no podía parar el gusano que había despertado desde adentro de mi. No he podido saciarlo hasta el día de hoy.

Dar ese paso

Al hacer mía esta frase iluminada por la pluma de Ortega y Gasset, que luego me volvería a tropezar en clases con el Profesor Jeremiah O`Sullivan Ryan, en el año 2000. Me dediqué a vivirla. A verla representada en todos lados. A ampliar ideas y modelos, alrededor de ella.

A mis alumnos siempre les decía "¿Qué pequeño paso darán para hacer cambiar su circunstancia?", ¿Qué decisión tomarán para que todo gire, y ustedes giren con ello?   



  

miércoles, 6 de noviembre de 2024

La vida te cabe en una maleta

¡Descubres que la vida te cabe en una maleta!

Corrían los años 90, y como cualquier profesional joven y con ambición, quería conseguir "muchas cosas", tener un carro, una casa, y bienes que me facilitaran la vida cotidiana.

Estaba cayendo en la trampa de tener por tener, sin mayor consciencia del uso de las cosas. Acaparar bienes para que produjeran gastos, polvo y desaveniencias. 

Por cosas del destino, justo en el año 1996 mi visión de la vida cambió para siempre, tuve que tomar una decisión, irme una Semana Santa de vacaciones para un buen sitio, con todo pago y mucha tranquilidad, u optar por irme con un sacerdote agustino a visitar las zonas más olvidadas y abandonadas del estado Zulia, en una zona fronteriza entre Venezuela y Colombia.

Evidentemente, me movió la necesidad de reconocer esta realidad, de descubrir este mundo lejano a mis comodidades de ser parte de una clase media que podía permitirse ciertos gustos (que entraría en extinción). 

Lo primero que me sorprendió fue nuestro guía diciéndonos: "Quítense los relojes, cualquier cosa de valor innecesaria, porque vamos a cargar, vamos a entrar en lodo, y lo más importante, a los que vamos a conocer no tienen nada de esto para vivir, y les va a caer muy mal vernos con esos objetos encima".

Pensé que exageraba, pero efectivamente, llegamos a un sitio, luego de meternos por un pantanal en el que no pasaba ningún vehículo que no fuera un todoterreno. Pensé que el edificio con medio techo que se alzaba frente a mi era un colegio bastante abandonado, pero no. ¡Era una casa para todas las familias!, vivían con cuartos divididos con sábanas como paredes, en esos cuartos imaginarios no había un mueble, y con dificultad los mejores espacios tenían una cama vieja de madera. La mayoría dormía sobre colchones en el suelo, viejos pero impolutos. Todos se respetaban,  había normas de convivencia en aquella gran casa. Todos salieron a nuestro encuentro, a festejar nuestra llegada, y con nosotros las medicinas, la comida y la ayuda.

Hay muchas más imágenes en mi mente que no caben en este post, y revolotean de forma incesable. Pero lo que más me impactó fue ver a una familia de 4 personas que tenían todas sus pertenencias en una vieja maleta, rota por una esquina y sin sujetador para agarrarla. ¡La vida te cabe en una maleta!, me dije.

No sabía que, 20 años después estaría llenando yo una sola maleta, para dejar el país que me vio nacer, y con él toda una vida completa, y venir al suelo de mis padres y abuelos.

Entonces comprobé que sí, que la vida te cabe en una maleta.      

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