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La relativización de la verdad en la era digital, y la difuminación del concepto de ciudadanía

Cuadro de Édouard Debat-Ponsan - Nec mergitur o La Vérité sortant du puits (1898), reproduciendo el mito de Veritas.


Para los antiguos romanos, Veritas ("verdad" en latín) era el nombre propio de la diosa, hija de Saturno (el dios del tiempo), y madre de Virtus (la "virtud").

En su explícita cosmología, nos dejaban claro que, la verdad está vinculada al tiempo, y que sólo ella puede engendrar algo virtuoso. Este concepto, el de virtuoso, es tan opaco hoy en día, que muy pocas personas podrían definirlo sin ir al diccionario, y es que algo virtuoso es aquello que tiene la capacidad de producir un determinado efecto positivo.

Pero si aún nos queda duda en la relación que hacían sobre la importancia de la verdad, el mito de la diosa, recopilado por Asunción Calvo Ojeda, nos cuenta que: Un noble enmascarado, y un clérigo engañaban al pueblo, esto llegó oído de Veritas que no dudó en anunciarlo al pueblo.

Al salir del pozo donde habitaba, el noble y el clérigo intentaron aguantarla para que la verdad no saliese a la luz. Veritas entro en cólera y sacó su peor lado, sus ojos se iluminaron y con su fuerza, mató a los dos hombres.

No es casualidad que los dos sujetos mencionados en el mito sean los hombres más poderosos de la antigua Roma, un noble que se tapa el rostro para no ser reconocido, y un representante religioso. Y el mensaje era claro, si ocultan la verdad en el foso, saldrá y los matará.

Pues Veritas ha entrado en devaluación, la crisis de la sociedad líquida descrita por el filósofo Zigmun Bauman, la ha arrollado sin que se diera cuenta. La era digital ha traído no sólo a la mentira descarada disfrazada de verdad, sino también un extraño fenómeno, muy vinculado a esta, que es la relativización de toda la verdad. Al punto de hacernos pensar que una vacuna creada por nosotros mismos para cuidarnos está hecha para matarnos, por ejemplo.

Todo esto corre por los riachuelos de la información digital, y es que el grifo abierto de la comunicación sin mayor cortapinzas ni preparación, hace fluir un sin fin de ideas que aparentan, en forma, estar construidas coherentemente, pero que, en realidad, no son capaces de ser veraces. 

El peligroso tránsito de toda esta pseudo información está intoxicando y evaneciendo el ya tambaleante concepto de ciudadanía en el siglo XXI.

¿Qué era y qué es ser un ciudadano?

Históricamente, el ciudadano era el habitante que voluntariamente vivía adentro de una ciudad, y esto es muy importante, o lo era en la historia antigua, porque significaba vivir protegido o ser comido, violado, asesinado, robado, o enfermar.

Actualmente, la Real Academia Española le otorga 5 cualidades al concepto de ciudadano:

1. adj. Natural o vecino de una ciudad. U. t. c. s. 

2. adj. Perteneciente o relativo a la ciudad o a los ciudadanos.

3. m. y f. Persona considerada como miembro activo de un Estado, titular de derechos políticos y sometido a sus leyes.

4. m. hombre bueno (‖ hombre que pertenecía al estado llano).

5. m. Habitante libre de las ciudades antiguas.

El primero mantiene la pureza del significado de la palabra, el tercero centra un aspecto importante, y es que no se es ciudadano pleno si no se es miembro de un Estado, con titularidad sobre derechos políticos, sociales y económicos, además de deberes atados a las leyes vigentes.

El cuarto punto, es una utopía muy linda de la RAE, pero hagamosla valer por aquello de la hija de Veritas, y es que un ciudadano debe ser virtuoso, es decir, ser bueno y producir un determinado efecto positivo en la ciudad. Y por ende, debe ser libre.

Sí, ya sé que en este punto habeís entendido de que va este post de hoy, y que en su cabeza debe haberse germinado un sinfín de ideas. Pero me gustaría atar una más para terminar mi exposición.

El hombre del siglo XXI, que ha modificado su forma y estilos de vida, está arriesgando mucho más de lo que cree. Es por eso que estos pocos párrafos le han causado tantas preguntas en su cabeza. Se está difuminando el concepto de ciudadanía, como tal. El hombre virtuoso parece estar dejando de existir, o estar siendo sustituido por un "hombre dudoso o relativo", y lo más peligroso, con él se está debilitando aquél "ser libres en la ciudad" que tiene vinculado.


  



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