Recientemente me he topado con un par de artículos que dan fundamento a aquello que se viene escuchando como una bola de rumores desde hace un par de años. Que los algoritmos de las redes sociales están apretando la tuerca para que las empresas inviertan más dinero.
La vía de escape de los estrategas ha sido encaminar las campañas hacia los llamados influencers, usuarios que tienen mucho público cautivo, tendencias definidas, y la maravillosa suerte, hasta ahora, de escapar del sesgo del algoritmo (aunque la hoz viene detrás de ellos).
¿Es el algoritmo el único causante del endurecimiento de los números para alcanzar el tan ansiado engagement?
Engagement: Galicismo usado en el marketing que se traduce como compromiso o esfuerzo de los usuarios para con un producto, marca o servicio y su contenido.
No lo es, lo cierto es que la comunidad virtual nuevamente está mutando, como cualquier espacio humano, se enfrenta al cambio.
La insistencia de las plataformas digitales de contenido en permitir a todos sus usuarios compartir sus producciones, en especial audiovisuales, está incidiendo considerablemente en la actitud de los internautas, que cada día son más productores y críticos audiovisuales, y menos consumidores de contenido.
Al final la comunidad digital se parece más a una jungla de miles de seres produciendo sus propios sonidos, o un hospital psiquiátrico, donde cada uno lleva su voz y no escucha al de al lado.
Muestra de ello, es la transformación más evidente en el turismo. Un ejercicio humano que ha mutado de disfrute personal, familiar y grupal a casi viajes de producción audiovisual, con cientos de fotos, videos, y horas invertidas en lograr el contenido perfecto que se vuelva viral.
¡Una foto creativa de la Torre de Pisa!, sea como sea la idea puede llevarnos desde horas de dedicación, hasta sanciones y momentos incómodos. Son muchas las comunidades que ya no aguantan al nuevo turismo digital. Que vale la pena decir que consumen menos productos locales, encarecen servicios y no es, para nada, el tipo de turismo que estás comunidades esperan.
Para muestra de ello, la resistencia de los vecinos en ciudades como Barcelona y Venecia.
Los que antes oían, leían, veían. Ahora están ocupados editando, subiendo y compartiendo.
En este análisis dejo por fuera a aquellos que siempre han tenido la sana tendencia de ver lo que otros hacen, antes de subir lo que quieren compartir. Esa es una estrategia muy útil para generar contenidos de calidad que no necesariamente tiene que ver con el argumento de mi post.
¿Cómo volvemos a conversar?
Todo sistema, y la comunidad digital es uno, tiende al control después del caos. Estoy convencido de que no soy el único que ha visto este escenario que explico brevemente en este post. Y este caos de cantidades indigestas de contenido tenderá a moderarse, en especial porque los expertos en el uso de las redes como espacios de encuentro siempre sabrán cómo dar una vuelta a su favor a este tipo de escenarios.
Estrategias de comunicación inspiradas en ejercicios como la colaboración, la cooperación en la producción y difusión de contenidos podrían ser una buena vía para picar la piedra de este muro.
¿Qué piensas sobre esto?
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